propiamente fue un adiós sin ramo de bellas palabras
así lo recuerda desde el trolebús tras la tormenta
en la casualidad de una lluvia que todo lo oscurece.
aún tiene la camisa blanca almidonada sólo para él
en el fondo todos lo único que poseen es mil rostros
con los que jugar a ser un tanto descarados
o muertos de hambre. en aquel parque de las afueras
en aquella cafetería escribiré sobre una servilleta
húmeda su nombre y mojado en el café exprés
diré por fin de una vez por todas nunca me verás.
largamente un vestido negro las uñas plateadas tanto la luna.