el rigor de unos saltos hacia el abismo de fresas silvestres
la maquinaria precisa de una lenta iluminada mujer cansada
de tanto partirse el alma por un hombre casado que la rechaza
habitación tras habitación de hoteles recorridos lamidos
sexuales cazadores cazados una vez tras otra las camisas
los sujetadores al final son semejantes y no se estrellan
contra nada las paredes escuchan gemidas parejas
el agua caliente discurre y el resto de nieve por las cornisas
del traje almidonado las medias sueltas desparramadas
los calzoncillos los cigarros odiados tanto por ella
dos vasos de licor sucio una leve nube la comisura
de sus labios la carpeta de sus informes y el pasaporte siempre
a mano las llaves del paraíso sobre el asfalto absorbido
la noche antecedente de un crimen decir sí sin pensarlo
demasiado decir no para uno mismo y ni siquiera repetirlo
ese rigor sobre la línea antes de morirse un poco más rápido
exalta al pecador se yergue sobre sus pezuñas clama
y en el clamor aún hay tabaco y tela de zapatos de gala
con tacón alto de raso y el perfume de una falda violeta
por donde no quisiera en este instante el divorcio
las pisadas tristes el tono alegre de la libertad contratada
otro dulce abrazo de sábanas bordadas otras iniciales
la puerta cerrada no molesten y una muerte plácida
o simplemente la nostalgia el dolor o el trago último
de licor sucio en algún parque con hojarasca.